Música brutal al natural
Qué muleta más planchada la de Cid. Qué compostura en el cuerpo, el baile de la cintura acompasado con el ritmo del redondo. Compás. La inercia de la ligazón propuesta entre los dos muslos por la bamba roja de la muleta. No hay ventajas, ni violencias, sino pureza, cercanía. El pase de pecho al hombro contrario codilleando en el segundo tramo de la suerte, para ceñirse el toro y babear la hombrera. Besar Madrid. A veces el cite al hilo del pitón, a veces perfilero, pero siempre la suerte cargada y proponiendo la muleta hacia donde fluye la sangre, el dibujo del redondo hacia dentro con un aroma a redondo de Chenel que quita el sentido. Y el natural lento, inmenso. Escultura fugaz, como citaba ayer el poeta Felipe Benítez Reyes en El País. Y si el toro galopa un afarolado templado y gracioso por la espalda llevando al toro toreado. A veces vuela la izquierda del Cid como una muleta montada, dirigida por una muñeca de seda, como si los dedos pulsarán teclas en el piano del estaquillador. Cómo planeaba bravo el toro colarao y ojo de perdiz, siguiendo el paño hasta convertir el natural efímero en un trance sin tiempo.
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