20 febrero, 2006

GotasDeAgua

La noche es un carnicero con mandil negro y estrellado, que corta en tacos las dudas que impiden el fácil discurrir del sueño. El sueño limpio, tranquilo, sin frenadas bruscas que anteceden un atropello mortal. La radio me acompaña. Esta noche en el programa Los Toros, José Ortega Cano araña las ondas desde Houston. Ortega se ve como cuando vio su pecho rasgado de arriba abajo en Zaragoza: pasó un mes envuelto en un mantón bordado con la Virgen del Pilar, abrigando el frío de la UVI. Ortega es un torero grande emborrachado de vedetismo que confunde a veces machos por volantes. En el año 85 con un toro de Benavides, vestido de rosa y oro, puso Las Ventas boca abajo, dejó de vender fruta y comenzó a mandar en el toreo un bailarín alto y enjuto, de aires flamencos, que conjugó las muñecas como nadie en el toreo a la verónica y al natural.
La radio me acompaña en la noche, a veces no programo el sleep y dejo correr las voces en la noche, como si olvidara cerrar un grifo. El grifo goteando un hilo de voz triste. A veces las gotas de unas voces interrumpen el sueño y una historia desordenada me acuna hasta que vuelvo por los fueros inescrutables de Freud, tranquilo y custodiado por el hilo de agua que cae en cascada por la frecuencia modulada mí radio.

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