22 mayo, 2008

La memoria del Capote


Poco impresiona ya el toreo de Ponce al corazón de granito de Madrid. En tiempos de pegapasismo total, un pildorazo de buen toreo sabe a gloria. Aunque sea por momentos, aunque dure poco. Aunque sea un destello. Morenito de Aranda tiene el don del torero de latido, de pellizco, de relámpago. De memoria porque no se olvida. Ese don de la compostura torera y natural, ajena a lo barroco, del cuerpo olvidado dispuesto todo él para torear, para ser obra y escultura en movimiento. Hoy vimos que es posible torear de salida, convertir el galope en andar pausado, no dudar y cruzar la raya blanca del tercio conformista de esta era; atornillar los pies y firme echar la bamba del capote por delante y mecerlo como lo hizo ayer Morenito: la suerte cargada, la expresión del cuerpo, la cintura cimbreada que sige el ritmo lento del lance; derecho, el mentón hundido, volando el capote por el timón de la dos palmas que torean; ligando sin dar un paso atrás, ganando terreno, conquistando la emoción, largo, ceñido y por abajo. Capote apaulado el de Morenito. Toreó como los ángeles con capote y muleta. Una muletita justa. El toque mimado y el andar hacia el toro. Aunque faltó profundidad, torear así es acariciar. Un cite enfrontilado, cruzado y el pecho por delante. El perfil es una trampa. Y mucha torería natural, cristalina y sin aspavientos. El rugido del olé de Madrid no engaña. Un pase de pecho con la zurda de estética y pureza nada vista, rebozándose en la suerte, cargada la pierna contraria. Hubo una corrida mansa, sin casta y desrazada, un cielo plomizo y algún toro bonachón. También toreo del que no se olvida.

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