Nocturno en Fort Apache
La noche consume botellas y bandejas blancas cuando nadie sabe la hora que marcan los relojes. La música convoca las imágenes del tiempo y la noche es un trueno en una camiseta: fondo blanco para el latir verde de Asturias. En ese tiempo donde las horas se pierden en el callejón nocturno, la ginebra entumece los minutos y ensancha la risa. El salón de Fort Apache es la capital de la noche y un arenal de infancia. Por encima de todos flota la tempestad de las conversaciones. El blog que amanece a las doce en punto como el cuento de Cenicienta. La terraza es la calle Corrientes por un rato, un cielo drogado de tormenta, y por la pantalla plana entra a borbotones el humo de Julio, humo de Harlem: la infancia que llega desde la espalda de un rascacielos, tabaco americano y teléfonos rotos. Y una camiseta a rayas rojiblancas con la que ganar todos los partidos que te quedan.
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