Nocturno sin verano
La primavera es una reyerta entre el agua y los cielos azules. En mi mesilla hay pétalos carmesí y una rosa desnuda. Hay barcos que partieron hace meses fondeando en alta mar lejos de mí siempre y hay mareas de sal que dejan arena en los bolsillos. Pero todo sigue. La luz limpia y enjuagada de este junio, tus besos, el deseo de los cielos azules, de la ropa abrasada por el sol, el sueño de playas donde descansar el año entero. El delirio del día 5 y mi corazón cosido a un capote. El techo y los fogones de Fort Apache. La voz de Jaime al otro lado del teléfono. La mirada nublada de Camarón que me sigue a todas partes con su lomo empapado de tormenta. A diario me conformo en el polvo sucio del desierto del pozo moqueta, ensayo el mar en una piscina de cloro todas las tardes. Buceo por debajo del día y al salir a la superficie me recoge la noche con ese latido de luna, y al volver cruje el viento del recuerdo de mi padre detrás de la arboleda, se caen las huellas que deja el día sobre los hombros. NInguna paloma me llama y pesan las llaves y el día y los besos que me faltan como un llavero viejo de hotel. Abro la puerta de esta manada de lobos, la casa a oscuras, el perro nublado. Tus besos sin luz.
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