30 agosto, 2008

Islas

En el amanecer de agosto había una isla prometida, un mar azul. Nubes opacas. Lluvia pactada para caer toda junta. Un mar caliente, azul turquesa. Una arena de polvo de azucar. Un oceáno sin puente al invierno, sin cobertura con las dudas ni el tedio negro de los días laborales. Negros con los ojos muy negros. Sonrisas y una luz insolente. Las ciudades parece que se pliegan y despliegan, que acaban de llegar, de aposentarse. Que todo está en esa fase de ser organizado. El polvo por todas partes. La vida que discurre en los árcenes de arena, en las carreteras bacheadas, en el tráfico. Todas esas ciudades sin nada tienen una alegría recién inaugurada, como la alegria de los negros, una alegría fresca y sabia que nos supera. Los días son tranquilos como el tiempo y el peso en la mano de una estrella de mar, todo corre lento, los pasos, la electicidad. Las horas. Los restaurantes donde no pagar la cuenta. La lluvia caliente cruzando el manglar. Las piscinas de calor espeso, ese sombrero tuyo de nudos gordos que se anuda a mi memoria. El tiempo en que reinan los pies descalzos.
Preparamos los libros, deshicimos armarios, prestamos al perro nublado con nostalgia. Iniciar un camino hacia Madrid para surcar el cielo con la melodía de Those sweet words es despegarse del mundo que atrapa, de la cuadrícula de la vida esclava, de los febreros helados, de los abrigos de entretiempo. Adios a las mantas del frío.
Y allí lejos, hartado, borracho de calor también soñé contigo. También toreé en la playa y Paquito el Baratero me aconsejó no poner nunca banderillas. Ahora que todo ha pasado que el tacto de la piel del delfín queda como una caricia para la memoria, llega septiembre, con agenda, tunel negro, teléfonos que suenan, graficos verdes y un tobogán hacia el frio que acojona. Se vienen las curvas de la vida. Otro puerto hacia la meseta amarilla. Por eso valen las banderas comunistas de los sueños, Fort Apache, los libros, Camarón hecho un nudo en mis pies, beberse la vida de Tony Soprano o la droga dura en vena azul del toreo al natural de Morante con el cielo de arena negra ferruginosa arriba y abajo de Bilbao. Morante verso libre es Camarón y Belmonte. Es el toreo en sepia, el quejido, el arrebato y el semicírculo. Ese toreo artista sin santoral ni horario de misa.
En el ecuador de agosto hubo otra Isla debajo de una acacia, en la geografía de un acantilado asturiano, asomados a un malecón de viento, sal y batir de olas. Allí los recuerdos temblaron sobre nuestra piel y en las fronteras de esa casa nueva, yo sentí una calma que no es de este mundo, el tacto del recuerdo hecho abrazo, brisa y supe que hay un lugar donde Juan sigue viviendo. Y porqué no ese chigre de noche amanece y sigue siendo para vosotros una barra de bar donde acodarse: buenas noches, otro whisky con hielo.

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