27 agosto, 2010

Moranteando

Bilbao es un cielo negro en agosto. El ruedo de vistaalegre es metálico, negro. Un espejismo de su cielo. Llamo a Jaime a la puerta del Hotel Ercilla que es una puerta de cuadrillas urbana, flasheada y chic. Mientras suenan los tonos de la llamada como pasitos hacia Bélgica cruza Morante con un vestido sin luces, de hilos blancos como la piel de la luna cayendo por la anatomía. La idea es que ese duende torero cruzara el mapa de Europa siguiendo el camino del exilio. Morante va envuelto en una seda verde. Luego pasa Curro con un traje negro y esa verónica melancólica de Madrid. Reviso otras semanas grandes aquí, busco las ventanas de nuestras noches en este hotel. Reviso esta plaza ahora cruzada por vagones de metro y claro que debemos volver a los lugares donde fuimos felices. Morante mantiene con la voz a un toro inválido. Descalzo sobre la arena negra se apasiona con lo imposible y dibuja un natural decadente a un toro sin médulas, ni hueso que lo sostenga. Los metales de la arena embadurnan las medias del torero y Morante es un torero con pies de barro negro y muñecas de fantasía hoy dormida. Llueve siempre en mitad de la fantasía dice Dante, por eso hoy no llueve en Bilbao ni tampoco hay fantasia, ni genio, ni duende. Vuelvo a tener casa en Bilbao. Como antes. Y una delantera, y a esta mirada azul que me acompaña le cruzan en el pecho de una camisa blanca unas letras color carmesí: moranteando. Esta es la palabra y la intención. Un escape de la vida que llevamos. Una espera para ver si pasa algo. Si tiembla el suelo ferruginoso de Bilbao como el día 21, si se abre ese capote. Si vuela. Si volamos nosotros. Si podemos con este cielo negro. Luego salgo de Bilbao y desde arriba rugiendo el coche la ciudad amanece a la noche con miles de destellos de farolas, rodeada de monte y verde vasco. Regreso como en un tercer grado a la penitencia del verano mesetario y moquetero, a la voz de mi madre que me pide que vaya despacio y que la quiera y que no me olvide de parar en las mismas gasolineras de entonces. Y yo paro y el acto de repostar es una oportunidad para ver el cielo cuajado de nubes blancas y para pensar en seguir adelante o en volver o en volver el viernes también, que regresa Morante a la conquista sevillana de Bilbao.

18 agosto, 2010

The power of the Dog


Soulville de Ben Webster atraviesa la casa. Como un narcótico. He peinado a Camarón como para que haga la comunión. Se tumba en mitad de la música. El saxo como una nube anaranjada de verano. México en la otra parte del mundo y mi corazón aquí corre quince pulsaciones por arriba y quiere volver y volver a tus labios otra vez. Arthur Keller está en la memoria como aquella lluvia torrencial de la selva y la melena rubia de Nora Hyden la imagino igual de rubia que los rizos de Nora. Los libros son un mes más de verano. Todo está conmigo. La bonhomía del P. Parada y su vida de Jazz y conversación con Nora. Las balas de Sean Callan. El modo de no olvidar de Keller y lo malo y lo bueno tan mezclado. Al contrario que en la vida puedes frenar y sentir más en vena el placer de las letras. Detener el libro, mirar al mar. Parar y beber alcohol para pensarlo. Pensar en ti. Y olvidar. No sé con quien me quedo. Creo que con Parada y con esa cita que da comienzo al cápitulo 14: el amor es lo único que tenemos, la única forma de poder ayudarnos mutuamente (Eurípides, Orestes). Pienso en la selva. En aquella humedad como un perfume y solo quiero volver. En aquella lluvia que mojaba las tapas de los libros y las horas felices.

01 agosto, 2010

Selva

Escribo detrás de la selva. A Paloma le mando un beso. Enfrente está el mar y tus ojos de cocacola. Muy al norte Sánchez Bolín conquista Harlem y yo le llamo por la ruta de droga. Yo solo veo hombres de Sinaloa. Memoria de cocaína. El poder del perro en la mano y más cuentas en mis muñecas. Aquí mis pies tienen alas y tu recuerdo el surco salado de una lágrima. La insondable verdad del KO. Sudo. Se inunda el iPod. Sudo todo el invierno, toda la niebla. Baja por mi cuerpo todo el deshielo del frio. Me dejo arrasar por el sol. Me golpea y atraviesa como aquellos ojos de superman. Escucho lenguas extranjeras, paso por Mérida y Valladolid, veo carteles verdes, selva de mar que se come todo, carreteras limadas por el sol, caminos gris perla. Piedras que hacen viajar el eco. Como fruta de todos los colores y huir por los caminos azules de este mar sería hermoso. Deshice mi maleta. Viajo con todo lo que quiero que no se aleje. Te felicito con un habano y agua de whishky. Corro entre la selva de este país que salva toreros y los trae del otro lado. La voz de mi madre llega como una sirena por los cables del océano. Y bueno no tengo movil, ni tiempo, ni hora certera, voy siguiendo la vela de una bandera blanca y roja, y verde. Mándame un beso, güey, que atraviese este océano y que me suene en mitad de este verde inmenso. Ándale. Y que alguien me lleve hasta el agujero soñador de la monumental donde seguro que danza la sombra maya de Manolete.

Estadisticas blog