23 diciembre, 2011

Cielo de niebla y halcón

Un hombre bueno venda y cura mi pie. H. crece, se suicida en cada terraplén, alcanza un negro celestial y me come a besos. Descubro con él los amaneceres de los últimos meses, desde los azulados cielos del ático veraniego, hasta estos días que H. rompe de negro la niebla. Nada que ver con el hombre de diario: en toda su anatomía no hay vértebra para la mentira ni la maldad, así que todo su lomo es una ética de buen querer. Le dejo agazapado en sus guaridas y divertimientos. Más tarde una bala de tren como un látigo atraviesa también la niebla, mientras en el kindle se aparece fantasmal la historia convergente de Tengo y Aoame. Luego cierro los ojos. Me viene la madrugada en que llegamos a La Habana tan de noche. Toda la ruina, el carmín y la belleza de la ciudad dormida. Te echo muchísimo en falta y me alimenta cada flashback. Que grande poder guardar el amor. También como flashback torero aparece el arte del video de ayer: Pepín Martín Vázquez, el torero que viajó herido en el Cadillac de Manolete como el viaje de la canción de Loquillo, el mismo Cadillac que cruzó media España al volante de Gitanillo de Triana en busca del doctor Jiménez, el día de Linares. Martín Vázquez toreaba tan graciosamente, con la muletita retrasada tras un cuerpo muy Antonio Bienvenida. Todo despacio, pizca Romero y Morante. Era la primera evolución del toreo quieto de Belmonte. El taxi redondea Madrid por la M-30, veo el techo mudéjar de Las Ventas, ese cielo que ya sobre vuela Chenel como halcón torero de Madrid. Feliz Navidad, torero.

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