28 febrero, 2012

Memoria de Julián





Atravieso más de treinta semáforos al día, rojos y verdes. Radares y amenazas. Pruebo a vivir como dice Caballero Bonald en su reconstrucción de la posguerra. Y regreso a tu mismo café, bebo el mismo caldo negro, en ese bar remozado que es un pasillo de sombras, de tu sombras y amaneceres y aprendizajes con Pellón. Del abrazo con S. Bolín salgo más armado para afrontar el final de la mañana que conduce a una piscina azul, ajena a todo lo demás. Seguimos de noche al agente Mcnalty como si siguiéramos a una imagen de los todos los buenos que pierden siempre. Por eso tengo un perro digo a los que nos preguntan, como un territorio negro que te mira con ojos limpios y buenos, un perro que tiene ladrido y me lame por la mañana; no lo entiendes si tu latido es de madera. Pierden siempre los mismos, por eso a Juli le amurallan Sevilla, como si el agua de aquella tarde de lluvia y puerta del príncipe se hubiera llevado la ley y los olés al fondo oscuro del Guadalquivir como un ancla olvidada de toreo mojado y hermoso. Como si no hubiera memoria. El mismo agua que se lleva la memoria gris de los muertos que también perdieron amparados por ese juez tan Mcnalty.

20 febrero, 2012

Ayer

Zoe es blanca y despierta a Nora de madrugada en su guarida de sueño. Llego a media tarde de una ciudad donde los parques están en lo más alto y donde la carrera es un agobio salvado por la voz que me regala el nieto del niño de la puerta del sol. Te veo por una mirilla que mira al pasado. Todo va tan rápido que los minutos son futuro, a nosotros se nos escapa el presente entre las manos y el mar desde la ventana del hotel es quieto y negro. No para de nacer gente. N. es un príncipe tranquilo con faldones y demás. Nora se bebe la vida. Corre interminablemente. Pregunta cantando y sonríe por todo. Sabe parar la película, tiene el don de dirigir el tiempo, de comenzarlo. Henry afila su cadera y como Nora se bebe también la vida. Engulle mis árboles y mi jardín literalmente. Veo también por la mirilla del pasado un manojo de lances de Pepe Luis Vázquez en Utrera, vestido de corto, cogiendo el capote tan antiguamente, arrugadamente; como trayendo el pasado sevillano al presente mismo de la crisis, lanceando a un utrero con el don divino de la naturalidad, como si todo el cuerpo manejara el capote, como si el cúbito de las muñecas llegara hasta el alma rosa del capote. Un torerazo rubio venido también como tú por la mirilla del pasado.

02 febrero, 2012

Silvar en la noche

Paloma silbaba en la misma madrugada, un silbido hacía la noche, la misma noche que no tiene paredes de Caballero Bonald, esa misma noche como una media luna oculta que vive Padilla. Como un silbido atraviesa el tiempo P. surfeando la veintena con una melena roja y glotona, cruces en el pecho y demás. Lo mejor es que baje el tobogán de la década de los veinte gastando las telas como ese sofá, tú sabes. Más, la otra P. con esa otra media luna blanca luminosa ve el torero la reaparición, el lance rojo y la posibilidad. Si hay valentía para torear despacio con dos ojos, que no se necesitará para torear quieto con una guía. Uno imagina el toro perdido en el trayecto de la suerte, de cualquier suerte; la realidad convertida en intuición pensada por un ojo lorquiano. El toreo en la raya misma de un precipicio oscuro, obviando el miedo al vacío desconocido. Mientras Wert –nombre tan literario- quiere dar vista y mimo al toro y el G-10 se pierde en no se qué batallas televisivas y twiteras. Yo creo que necesitamos un tren. Un tren antiguo e ideológico como aquel que tomaron Joselito y Belmonte. Un tren con ideología moderna y humo blanco que cubra de niebla y pasado toda este negocio arcaico, dinosáurico y Quevediano. No se si Zoe verá hombres vestidos de luces.

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