30 junio, 2010

Llamadas

Las pequeñas cosas. Me gustó tanto que me llamaras desde el muelle tan verdadero de la ginebra. La voz y sus vapores al embarcar. La lágrima de este mundo. Surfeando por esa melancolía transparente del licor hacia nuestros paraísos. Esquivando las olas. Que marcaras mi número después de colgar con Nueva York. Una de las cosas que soy es habitante de Fort Apache.

24 junio, 2010

Lubricán

Bach, well tempered clavier book 1, prelude 1 in C, bwv 846.

Si hubiera una palabra para esta música sería lubricán, como un crepúsculo; como la claridad que raya el día hasta que sale el sol. Ilumina este piano la noche: y abre sus caminos de verano para cortar las rosas rojas de este día y sus senderos de nieblas. De improviso suena este piano, y vuelve tu hermosura como una antorcha de San Juan. La memoria arde al ver esta fotografía como el trozo de un charco en blanco y negro y zapatillas de charol y vestidos de luces.

Pienso en ti. Este día con tormenta en el que somos extranjeros. Ahora que nos hemos nublado yo te busco en la paciencia de los espacios de la lluvia, en los océanos azules de mis mapas; busco la vida que fluye detrás de los espejos, tus manos entre los años bisiestos. Y me falta el lenguaje, tu jardín es jardín extranjero. Y si yo alcanzara la bandera de tus abrazos; y si encontrara ese idioma que me hilara a tus besos, y si juntara las letras una a una y las sílabas para hacer las palabras que suenan más o menos a tu nombre; y si pudiera ver el mundo contigo con esa claridad que raya el día. Que puede al sol. Como un lubricán.


21 junio, 2010

Estaciones

Esplá regresa para que continúe la saga. En la embajada francesa Esplá parecía ya un pintor en los jardines de Francia en Madrid. Pensando veo su poso de plomo en la memoria, las faenas ochenteras, la lidia intectualizada, como un modernismo antiguo. Cuando le conocí en persona me pareció una torería andante. Otra torería andante es Jaime, que se va en volandas del Ave a buscar las glorias en Flandes. Lejos de Las Ventas Jaime volverá a seguir también la saga y le llevará de regreso los olores de Morante y nuestras cosas. Carmen era una princesa dandy y vallisoletana en la estación y sus lágrimas una forma de besar. Camarón miraba a los viajeros y a sus maletas y no acaba de comprender el ajetreo del hombre moderno y su interés por al velocidad.

En mitad del sol otoñal y en el aniversario de Vicente Ferrer, recordamos a Julián Campo, que con la misma pasión que siguió a Chenel en los ochenta, siguió a Ferrer hasta la India y se dejó una gran barba de hombre buenísimo. Recuerdo a Julián en las playas de Marbella, buscando el envés del invierno de Burgos, y los mitos de los viajes y las tardes de Antonio Chenel Antoñete. Los aromas de Chenel hasta Bombay para ver atardecer en un tren camino de Burgos. Pensar en Julián es creer en la bonhomía, en el hombre bueno y estas teorías de la bondad que ensayamos tan torpemente, como una búsqueda empírica. Como una esperanza. De todas las acepciones de estación, es la séptima la que prefiero: Paraje en el que se hace un alto en el viaje. Sirva esta estación bloguera y nostálgica para pararme en la curva de este lunes y recordar a Julian Campo y su ejemplo. Y sirva también como abrazo flamenco para Jaime en su exilio nuclear y europeo. Con un fuerte aroma de Chenel.

fotografía fuente el mundo

17 junio, 2010

Música para los parques

En Bloomsday. La música lumínica de mi iPod, abriendo la carrera en el día de Leopold Bloom. Acompasando la zancada la voz lastimosa y bellísima de Enrique Urquijo y un toque de guitarra que me empuja a correr: “por todo el camino/ de mi barrio a tu barrio, como convencerte/ venía pensando, nunca se recibe/ sin dar nada a cambio/, yo daría mi vida/ por dormir en tus brazos”, luego con esa soledad de corredor de fondo visito parques, los riego con el agua de la voz de Camarón de la Isla, y entre los huecos de la guitarra de Tomatito, corro por sus senderos, dejo el aburrido mapa de la moqueta, la ciudad de asfalto y respiro sus islas más verdes. El cielo cuajado de nubes es la carpa de ese circo y su endorfina. La zancada es alegría y meditación y pensamiento. El pulsómetro sube y se queda en la frontera sudorosa del esfuerzo. Mientras la lluvia aparece y es un relámpago para la luz húmeda de este paisaje y las ondas grises de los cerros. Regreso. Y en el cajón de cloro toco el fondo de este día. Braceo el agua, volteo y avanzo, mientras tras el ventanal empañado la noche se hace firme. Luego el calor, a casi noventa grados, como un fuego templado que lima las aristas de cristal que me han acompañado este día. Luego el teléfono me devuelve a la vida y a los besos, al verso libre y suelto de los sms, a los vestidos de boda, ahora que recibo cartas que vienen de un mar azul en un sobre negro como una vela sobre el viento sereno del tiempo. Y como es Bloomsday, me duermo por casualidad con la Dublinesca de Vila Matas. Un libro para una noche de lluvia y whishky.

10 junio, 2010

Nocturno

La lluvia que cae sobre la ciudad es un guardián de los secretos. Este agua de la noche es un sol de rayos húmedos y en el jardín del insomnio y la noche en blanco el sueño se resiste. Luego caigo en la lona de las sábanas blancas y sueño como aquel libro que hace tantos años me regalaste: mujer de rojo sobre fondo gris: en mi sueño una ciudad en estado de lluvia, el ruido del tráfico sobre el agua, tu gabardina roja también sobre un fondo gris que atraviesa la lluvia, la esfera de silencio que te persigue como un perfume, caminando, con ese peso de plomo que tiene la pena como un ancla. Veo cómo te cuido. Estoy contigo. Te ayudo a cruzar tus puentes larguísimos. Luego te arropo. Luego y más luego te espero detrás del sueño y la nube negra, mientras duermes, para en el amanecer descorrer esta cortina de cielo tan drogado de tormenta y deslumbrarte con cielo azul y algunos besos. Despierto. Me mira este perro desde su ovillo, y tras las tareas del café, bajamos hasta la misma playa de agua y los dos queremos ver más allá de la lluvia el rostro del verano, con esa gana de tocar el mar. No se cómo viviría sin este perro y su mirada nublada, su piel con costura. Verle correr así, levantando el agua en cada galope, bebiéndose los charcos de esta vida, su lomo llevando la lluvia por debajo de los chopos, es una buena manera de empezar este día. Y si este perro sigue vivo y galopa, y hace suyos los parques y los corazones con su voz flamenca, si supera las ferias y los inviernos, es quizá que las sombras tengan más vida que silueta. Y los sueños mas vida que sueño. Y nosotros un país donde encontrarnos.

04 junio, 2010

Regresos

Valencia, 1920.
Para Paloma. Que me llamó y no respondí.

Regreso entre el bosque plano y negro de la carretera. Tras las curvas de la noche aparecen estrellas; tras la estela me persiguen los árboles helados del invierno, los corazones indescifrables y la velocidad es el recoveco donde descansar, el diván, la alfombra voladora que sutura y cura. Busco por la carretera ese país donde hablarnos, si es que el amor es también la esquina de carmín de las palabras. Sabina es un concierto antes del amanecer, a cielo y carretera abierta, tus ojos: alfiler luminoso de la astronomía de este día. Pienso en Jaime y en sus islas nuevas. En la comida soleada del 22 de Mayo, en la que no cabía más luz, ni melena más rubia que aquellas cervezas; ni más torería urbana. Pienso en llegar y en ver ese capote de Morante grana y oro que movió Madrid. Morante que desde Nimes ha dado vida a la silla y al toreo crudo e inyectado de El Gallo. Morante que se va inmortalizando. Cruzo este puente de Fernández Casado, ahora Mateo Escandón y veo este lago a su izquierda como un charco hecho por la sastrería divina de la noche. Busco llevarme esa luz tranquila del sol sobre los puentes, la estela blanca del romance en coche de Mateo Escandón, su escapada. Y busco la silla también donde sentarme y despachar la vida y sus corazones oscuros. Así como El Gallo. Entre nunca y quién sabe.



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