23 agosto, 2007

BlancoyNegro


(c) Fotografía. Juan M. Sánchez Vigil
Soñé contigo en blanco y negro, la angustia de perder tus gafas y una cartera que me regalaste. Una escalera de caracol de mal rato, dormido, la tempestad de la almohada. El sudor frío del despertar a la vida. Soñé en blanco y negro con Morante y al recuperar tus gafas vi en color el capote de Morante, planeando, una nana de color para el sueño. Cómo vuela en sueños el capote de Morante...Un barco de papel esperaba a Morante a la orilla del Guadalquivir, que vino a ser la otra orilla de mi sueño. Luego más allá del sueño encontré esta fotografía. Ojalá vuelva Morante por la orilla del Guadalquivir en un barco de papel con la tristeza en blanco y negro y el capote en color.

15 agosto, 2007

Agosto


Veo a Pauloba cargar la suerte a la verónica. A Pauloba le desarmó la boca y el porvenir un novillo en Cuenca. El pitón indulgente permaneció educado a la puerta del mismo cerebro. Mérito tiene Pauloba que perdió el ritmo del habla y el tono de la palabra, pero no perdió ni un ápice de esa torería plena y desvaída. A la espalda de reapariciones y glamour, hay un batallón de toreros de invierno a los que fusila la ilusión del cemento de Madrid. Saben que hay repercusión, que Madrid es un refugio y una excusa para alargar el sueño y que el 7 es un dios pagano con memoria. Debe la afición mover montañas por ver a Tomás pero no menos por sentir el milagro de la resurrección de los toreros de invierno en agosto. De ver a ese Frascuelo, celador de día y torerazo de tarde irse con el pecho por delante al toro, citar a quince metros y destapar ese perfume Chenel que se hace bronce en la media verónica. Ese empaque de Frascuelo, la distancia, la torería. La pócima.

09 agosto, 2007

Regresos


Busco entradas para ver a José Tomás otra vez más. Al sol o a la sombra. Sueño con ver como toma la cuneta de estas carreteras secundarias y viaja con destino a los ruedos donde vocea la leyenda. Tiene el toreo de José Tomás una materia de pasión, de emoción ajena a la razón: ese sonido negro de Lorca, ese ángel tocado de Rilke y ese viento que silva misterio, rito: naturaleza sagrada del toreo. No pesa el oficio, ni la pericia, pesa la ritualidad, el duende, el sacramento, la pureza, el valor puro al servicio del arte. Y no pesa ni un gramo la hegemonía, pesa la revolución del instante: el momento inmenso de buscar el temple, el natural largo, la ligazón; cruzarse al pitón contrario, al abismo imposible; alcanzar la gloria en la tormenta, entre astas que buscan el camino directo al cuerpo del torero. Ese momento, drama y empeño por buscar la obra en un trámite imposible, un impulso del corazón que atraca la razón y llega hasta el manantial de las muñecas. Como aquel héroe sólo y trágico que en cada natural del toro de El Sierro jugaba como un tahúr helado, con la sentencia firme de la cornada. No se si volverán aquellos tiempos de revolución, de vuelta al resplandor de José Tomás y a su sombras. Aunque sus sombras como aquella del toro de Adolfo Martín, eran sombra iluminada, sombra larga, grande y diferente que daba respuesta a esa naturaleza ritual, sagrada, pasión ajena a la razón que debe tener el toreo.

05 agosto, 2007

La inmensidad del tiempo

"Hay un tiempo de espera en el toreo de José Tomás que lo hace inmenso. Es el tiempo mágico que permite meter la cara a los toros, unos segundos de espera en los que los vuelos de la muleta crean la emoción sin violencias; el tiempo del temple que marca y para las agujas del reloj; el tiempo del auténtico valor. "
Zabala de la Serna. Abc

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