26 marzo, 2010

Adiós de Frascuelo


El adiós de Frascuelo era justo. El final siempre está más en el olvido que en la intención. Todas las acepciones de adiós caben ahora: cabe la acepción de interjección para evitar un daño, cabe la interjección para expresar decepción e incredulidad y desacuerdo y sorpresa. Sirve la acepción de adiós muy buenas: conclusión, rechazo. Frascuelo es flechazo de Madrid y tuvo recientemente los muslos rotos por un sueño perseguido. Fue a los medios de Madrid tan celeste y oro, tan joven y tan viejo. Y la empresa con sus muslos fríos y un corazón de oficina, dejan a Frascuelo, celador y torero, fuera de Madrid. Frascuelo que perdió el pelo entre cornadas y sueños y veranos de Madrid y calores, y ese sueño torero suyo que es un sueño misterioso e insistente. El final es si nos olvidan, no si nos dejan, no si malgastan caricias, no si se van con otro: esos nombres que se ven en los carteles y que quitan el hipo; nosotros no olvidamos a Frascuelo, torero mayor tan enamorado, madrileñísimo, tan de purísima y oro, ni su andar Chenel, ni su trinchera casi idéntica, ni su maravilla de redondo. Ni su andar por la plaza. Hasta los fracasos de Frascuelo, también los más recientes, tuvieron sabor. Desleal cerrar Madrid a Frascuelo, que siempre tuvo un sueño de gloria bajo el cielo velazqueño del foro de Las Ventas.

24 marzo, 2010

Belmonte

Llueve. Todo se moja. Es noche cerradísima en el meridiano de la moqueta. Quiero nadar. Pienso en Camarón que mira el mundo en alucinación transparente. Las piscinas están cerradas. Respiro la paz de este lugar rectangular y noctámbulo y su silencio es una iglesia en la noche. Casi todos los ordenadores dan luz a esta noche, como velas agradeciendo el curro de mañana. Miro esta fotografía que me hace olvidar el código civil. Quiero mirar la vida así, de frente como Juan Belmonte, tan puro y trianero. Con la muleta tan planchada y ese gesto de entrega con la suerte. Ahora Belmonte perfuma este lugar, en este tiempo los toreros de ahora se despechan y anuncian Loewe. Para mí esta esencia de noche, esta colonia en blanco y negro tan pura, tan blanca. Como una oración antes de irme a dormir sin piscinas, borracho de tanta moqueta. Dan las once. La lluvia visita la madrugada y Belmonte mi noche. Porqué cada uno elige a sus santos. Pienso en ti.


20 marzo, 2010

De la nieve y la resurrección

Camarón perro nublado es un perro que resucita. Juega con agujas buscando ese azul de líneas en el mar de Antonio Vega. Se aferra a la vida. Le acompaño en la madrugada mientras se duerme. Mientras le duermen. Paseamos la noche del final del invierno asomados a un ventanal que en lo oscuro escupe luz de quirófano, que es una luz de sueño y sutura. Como ese mismo ventanal donde no lograron coser a la vida a Juncal. Uno siente en la vena la endorfina del deber cumplido. Resuelto, seguimos la carretera que lleva al final de este invierno terco, cruzamos esos mares de surcos de Castilla, ahora que Castilla pierde un escritor vallisoletanísimo. Emprendo viaje. Memorizo un abrazo y su geografía. Un abrazo es una isla y una historia mínima de amor. La noche siguiente amanezco a los pies de una isla de nieve y la Alhambra, de noche, es una señora en lo alto, iluminada con el carmín de la luz. Esta sierra tiene labios de nieve blanca, nieve que resiste para verte cumplir años. Hoy Granada no tiene la espalda violeta del poeta, tiene un cielo gris rugoso, lluvia que moja La Alhambra y las calles y el blanco también de nieve del Albahicín. Yo ya espero la noche cerca de una cama grande de sábanas blancas, en un hotel art decó que ha recibido a medio Japón. Desde el ventanal veo la sierra, una piscina de invierno y una pelota que espera primavera y agua limpia de cloro. Los ojos de Boabdil miran esta ciudad que es una campa que hace botellón; una orilla de Granada es calimocho universitario, ruido, taxis blancos, fritura de pescado y otra es pasado, piedra y torres; otra es nieve. Granada es una ciudad que espera. Que acoge el tiempo y lo acuesta. Que resiste. Y de noche –tu sabes-, el vapor sale de las estrellas.

12 marzo, 2010

Delibes

"Delibes era un godo castellano, alto y rubio, de ojos claros e irónicos, que mete mucho humor en sus novelas pero detrás de ese humor está siempre la paz sobrenatural del hombre bueno."
Francisco Umbral



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