24 septiembre, 2012

When the man comes around


Suena un trueno y la música: When the man comes arround. Jonny Cash. “Y escuché como venía el sonido del trueno (…)”.  Bajo esa tormenta, veo a Manzanares irse a Portagayola en Sevilla de purísma y oro. Una portagayola angosta y complicada. La taleguilla del torero embadurnada de sangre otoñal que es un sudor , carmín de arrimarse, de imantar el toro a la cintura de este torero divino; como la canción de Cash “ven a ver, y miré”. A Manzanares se le rompen los tendones de las muñecas por no resistir más electricidad, ni más gusto, ni más pasión, adquieren ese desconsuelo de cuerda de guitarra rota. Brama aquel toreo de Sevilla con la electricidad de esta misma guitarra de J.C., con ese mismo trueno del principio, como el mismo trueno de Nimes  -que no vimos nieto del Niño de la puerta del sol-, porque no emprendimos viaje ni por tierra ni por aire; pero si por sueño de un capote tomado por la esclavina como una provocación inquisitorial tan hermosamente trazada. Retransmitan eso. No el merme ni la broma vergonzosa de Valladolid. Aunque bien mirado ya no es el toreo algo que retransmitir en TVE; a las cinco con los niños comiendo nocilla. Más bien debe ser algo misteriosamente ocultado; mirado ya con una mirilla de élite aficionada y pecadora, como una timba en domicilio cerrado. Así lo hace magníficamente el Plus. Con ocultación. Con necesidad de llamar a la puerta y que te abra ese crupier Chenel para enseñarte lo prohibido. Sino a la plaza. Sino al misterio. A ese mismo misterio de José Tomás, que revoluciona Francia y la isla se le traga nada más acabar en otra época. Y aparece. Y crea leyendas de luces. Y se va. Y los creyentes le buscamos. No puede el toreo adaptarse a estos tiempos sino vivir en los suyos.

Luego. Después. Mientras el torero cruza la Puerta del Príncipe, yo miro el mar contigo y este H. enamorado de una perra sorda. Barbea mi perro las olas y bucea. Como nosotros en el tiempo y sus alas de la tarde, para veros por este mismo prado con tacones de aguja y vestidos caros –como hace un año- ; la voz de un hombre con bigote “volad” suena en esta misma torre como una canción de eco, piedra a piedra, sube y baja ese eco  de nosotros aquel día, antes del último invierno que partíamos hacía La Habana.

03 septiembre, 2012

Come back

La sequía en este cuaderno. Palabras que humedecen su tierra. Del verano y su Isla traigo viento, siluetas, el sol azotando el mar, el color azul de los peces y dos pendientes de seda que bailan como dos esmeraldas sobre tu trapecio. Hay más luz en mi sombrero. Más vuelos. Hay una isla surfeada por aviones, una Isla dentro de la Isla, donde vivió un hombre sabio y Nobel. Su casa es un hogar de lucidez habitado por ese mismo relámpago de presencia que sentí en el jardín de Juan: un hogar sin ladrillos solo palabras y una voz que cae rotundamente al mar. Extrañábamos a H., su cola negra como estos volcanes a las tres de la madrugada. Allí a esa hora todo es negro y mar, todo es ola y viento. La Isla simplificada. Aterrizados, los armarios guardan la luz caída sobre los sombreros, el lino blanco del verano, tú misma colonia, las ganas de verte. Y en la noche del verano camino del otoño reina solo Don Draper y su sombrero que guarda la luz del cine y de Nueva York. Tenemos que volver a volar.

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