15 octubre, 2015

Liquen


Hay un verde liquen que crece en tus ojos. Dime sino puedo quererte así, tú que ayer llegaste sola a la orilla del mar. Tú que me llamas por mi nombre. Que dejas caer tu sueño desde un precipicio hasta mis brazos. Yo te anudo a mi y en la bicicleta atravesamos el verano y volamos juntos por todos las fronteras de tu mapa que acaba en Oslo. No existe el nuevo mundo para ti. Y la tierra aún no es redonda. Ves la luna como un lugar que alcanza tu zancada. Esto sucede en la hora en que mi vida quiere ver la verdad de los puentes derrumbados, la espera de las flores que deja en suspenso la niebla que aparece ya, mientras este tren cruza la sierra como un estuche que rompe el monte y la roca. En esta bala implacable de la noche pienso en ti que masticas los besos que nos das como un talco de amor puro. Tú que reinas en la edad de los sentidos y en tú cabeza ruge un baúl de abejas, tú que creces como una duna blanca. Ahora que ves gatos entre las alfombras de esta casa y los planetas que cuelgan de la noche, quiero estar a tú lado en esta noria y “esperarte” todas las cosas que me entregas.

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