Cruje la luz limpia del otoño. Transparente y fría. Un camino bacheado hasta un jardín de infancia para adultos. Ikea es un santuario amarillo que pronto comenzará a vender plazas portátiles. La decoración Suiza, bien podría ser la decoración y el mobiliario según manual marxista. Pone chapa ikea a los sueños de madera de roble, ningunea al cerezo y al mármol, da matarile al lujo, café. Salmón naranja entreverado, ahumado para todos. Coños de plástico que diría Raúl del Pozo. Mientras llego escucho el rumor de aviones que despegan en un cielo azul limpio surcado por halcones. En uno de ellos se abre Saconita del invierno, en primera clase para dar un salto, marcha atrás, tomar el tren perdido de la primavera en Chile. La misma primavera que ve a Tomás en México. Dice Boadella que José Tomás habla poco y cuando habla, peor. Debería Tomás dejar a un lado el subidón de la vuelta, la cocaína de tanta portada sin sentido. No es serio querer ser Manolete y andar chalaneando desde México en mangas de camisa. Podría pisar firme, mirar los garitos que pisó esta temporada. Los perritoros que se trabajó. La trampa. Es bonita la poesía de vestirse de purísima y oro, darse besos con Sabina y la crema de la intelectualidad. Pero si te late el 7 en el corazón, no tragas. Lo de Ponce un sacrilegio. Puede que Ponce no tenga esa mirada perdida y trágica del instante, que sus faenas estén planteadas en un albero de ajedrez, que sus muñecas sumen, resten y multipliquen distancias, velocidades, toques y puede que todo en él sea fácil –como lo era para Manzanares- y matemático y plástico. Medido. Puede que sí. Pero pocas líneas le quedan a Ponce por cruzar en el toreo. Ponce es grande, un faraón que todo lo hace fácil, que con cualquier retal hace un lance de seda y espuma. Todos los toreros grandes caben en el aficionado. ¿Es más grande Dylan que Coltrane? Que tontería compararse a sí mismo con Ponce y argumentarlo con líneas de fuego. Además si fuera por líneas que cruzar ganaría siempre Antonio José Galán. Que mataba sin muleta.