Amigos de hojalata
Hay recuerdos que están en el agua. El coche es un abrigo de hojalata que atraviesa el frío, la luz ocre del otoño, el calor de los veranos. Un faro en la niebla del invierno. Abre, corta como un bisturí el viento de los días, campea por un mar negro vertiginoso. Es un pájaro que te lleva a la orilla de los bosques, que guarda el secreto de sueños al volante, la llama de una vela para algunas confidencias. Una caja de Pandora que guarda el ruido de los besos; los zapatos, la ropa, la luz de luna caída en su moqueta. La emoción enlatada de todos los abrazos. No había casi nadie mejor para heredarlo, para tomar su timón. En él circuló mi vida más de siete años, siempre con ese aroma de Loewe del primer día. Siempre con una ventanilla a medio bajar al son de cigarros que aún están encendidos. Deseo que vivas con él, que te asalten amaneceres a su espalda, que te quieran mucho, que te saque a toda velocidad del frío blanco de la nieve y que te guarde en una sombra hasta que las tormentas escampen.