28 mayo, 2007

Días de lluvia

A veces es como si el cielo bebiera de un trago el mar. Por eso oigo la lluvia amontonarse en las aceras, por eso los días de atrás pasaron como una barca agitada por una tormenta de truenos y relámpagos: el cielo gris plata iluminado, días como un solo día. Las nubes conquistaron el cielo, haciéndose sitio unas a otras, un ejército de algodón armado, disparando agua a quemarropa. Lluvia. Y tus ojos con los surcos que deja un aguacero de lágrimas, ojeras malvas que dejan las nubes del insomnio. Pasan lentos los coches y nacen olas en los acantilados de los bordillos, me resguardo en la playa de un portal y la moto espera como un velero de juguete naufragado.
De noche el taconeo flamenco de la lluvia acompaña el sueño y de día me despierto con una portada en blanco y negro. Un misterio que no me atrevo a tocar, igual que no toco siquiera las cosas que tengo miedo a que me defrauden.
Por la ventana veo nubes que se van en caravana a fusilar nuevas aceras y yo cojo el camino del norte hasta la bandera limpia que flamea en Fort Apache, que es un jardín aparte capaz de besar en la boca al mismo
domingo.

Campos de Tierra

Surge Saconita de su propia ceniza. Una ceniza de blog que cambia la piel como la serpiente: de piel de abecedario en blanco y negro a la piel en color de la fotografía. Un blog que se busca a sí mismo, y que se inventa hasta llegar a Campos de Tierra. Hay poesía en ese dedo largo, inmenso que templadamente congela el instante. Y como suena esa máquina Nikon nueva: cruck, cruck, cruck... Como suena "tronko".

17 mayo, 2007

Agenda

Tengo pendiente correr bajo una carpa de nubes de azúcar. En algún lugar esperar la lengua púrpura del atardecer que lamerá los cerros y sentir un viento que después vendrá para alborotar los chopos condecorados por la primavera. Tengo pendiente llegar cruzando todos los semáforos en rojo, parar la moto, cerrar los ojos, dejar que el batir de las hojas me cuente mentiras: ese sutil parecido con el son de las olas del mar. Y besarte, también tengo pendiente besarte.
Y tengo pendiente contarte un derechazo hilado con un cambio de mano que tuvo el compás de todas las sinfonías. Tengo pendiente recorrer Brooklyn Heights, el Oakland y todos los caminos de Gal Akerman. Y tengo pendiente dejar llegar las agujas del reloj a la modorra de la noche, encender la vela naranja y que el saxo de Coltrane cruce a toda vela la frontera de seda que tiene la llama de la madrugada. Y tengo pendiente felicitarte, mañana sin falta, por tu corazón Blanco y ese paraíso que es Fort Apache.
Y tenía pendiente vestirme de purísima y oro y hacer una llamada, colocarme en los medios y citar sólo con el corazón Y recordaré siempre tu voz y un rumor de caracolas y ese timbre de voz salado que sólo da el mar y la emoción.

14 mayo, 2007

Una piedra roja, una piedra azul...


Y me acordé de María y de tí...y de los que se van pronto quedándose con nosotros.

“Una piedra roja, una piedra azul, una piedra amarilla” es la frase con la que Marta había pensado terminar un relato sobre su vida. Estas palabras tienen sentido a través de una anécdota que su amiga Jara contó algún tiempo después de que Marta nos dejara. En unas vacaciones que compartieron en la playa de Lagos (Bueu), se divertían observando las figuras que las piedrecillas de colores formaban al adherirse a su piel. Para Marta esto era una metáfora de cuánto nos puede hacer disfrutar algo tan sencillo, que como tantas otras cosas en la vida, pasan fácilmente inadvertidas. Esto es lo que, en definitiva, intenta transmitir el libro: una oda a las pequeñas cosas:

05 mayo, 2007

Insomnio

Soñé contigo, aquella conversación tuya volaba conmigo por una carretera sin señales ni líneas blancas que guiaran el coche rojo. Acelerando: un sueño corto sin principio ni fin, nítido y sin lágrimas. Me asomo después de la cena a un ventanal de espuma, de lluvia y de noche cerrada. La noche por lo oscuro afianza el cansancio que no sabe como escapar sin sueño y mis párpados se hacen escayola por la cafeína. Pesan las pestañas. Hay besos que a esta hora aún me duran igual que un largo y dulce túnel y veo los libros en la biblioteca que se mezclan con los tuyos con arrugas en sus lomos. Pienso: los libros que compro, las cosas que apilo y estreno, te conocen quizá porque sigo mirando muy a menudo con tus ojos. Por el montante de la ventana llega el amanecer y a lo lejos puedes ver una ojera color malva por donde nace el líquido del sábado y si te paras a escuchar el latido del silencio en este cuarto dominado por lo oscuro y un neón luminoso que dice el espíritu de Pavese; y si el rumor de las rutinas de los vecinos paran y dejas que el silencio caiga con el temple de una hoja, puedes escuchar el rumor del mar antes de volver a dormir.

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