Días de lluvia
A veces es como si el cielo bebiera de un trago el mar. Por eso oigo la lluvia amontonarse en las aceras, por eso los días de atrás pasaron como una barca agitada por una tormenta de truenos y relámpagos: el cielo gris plata iluminado, días como un solo día. Las nubes conquistaron el cielo, haciéndose sitio unas a otras, un ejército de algodón armado, disparando agua a quemarropa. Lluvia. Y tus ojos con los surcos que deja un aguacero de lágrimas, ojeras malvas que dejan las nubes del insomnio. Pasan lentos los coches y nacen olas en los acantilados de los bordillos, me resguardo en la playa de un portal y la moto espera como un velero de juguete naufragado.
De noche el taconeo flamenco de la lluvia acompaña el sueño y de día me despierto con una portada en blanco y negro. Un misterio que no me atrevo a tocar, igual que no toco siquiera las cosas que tengo miedo a que me defrauden.
Por la ventana veo nubes que se van en caravana a fusilar nuevas aceras y yo cojo el camino del norte hasta la bandera limpia que flamea en Fort Apache, que es un jardín aparte capaz de besar en la boca al mismo domingo.
De noche el taconeo flamenco de la lluvia acompaña el sueño y de día me despierto con una portada en blanco y negro. Un misterio que no me atrevo a tocar, igual que no toco siquiera las cosas que tengo miedo a que me defrauden.
Por la ventana veo nubes que se van en caravana a fusilar nuevas aceras y yo cojo el camino del norte hasta la bandera limpia que flamea en Fort Apache, que es un jardín aparte capaz de besar en la boca al mismo domingo.