25 marzo, 2011

Pandemia y Celeste

Mueves al pasar las primeras hojas de los árboles sin nombre. El corazón tiene un temblor de mitad de un puente y yo creo que el derecho penal tiene su pena justa que alimenta. Las horas aparecen enmoquetadísimas, con un trasunto de sicarios que hacen perder el sueño de un soldado. Tramamos soluciones en un patio carcelario. Quién pudiera abrazar la sentencia de Polly Wallnuts.

Van cerrando las heridas sin costura y en las noches, tras volver sin encontrar luces, planos para una ciudad oscura, son para Jaime Gil de Biedma, Pandémico y Celeste; y para ti que cumples años y me abres los palacios de esta vida. Y para Nora que apareció en mitad de una tormenta de verano.

18 marzo, 2011

Tu mirada nublada

Puedes dudar de qué vale encalar la casa. Dar blancura a las paredes. Dar vida a los armarios. Habitarnos de nuevo y querer a un perro. Perder. Como una música lastimosa escucho el ruido de Camarón sobre las vetas de la madera. Es como si el amor se fuera por los desagües más absurdos. Luego miro las fotografías y veo como el amor regresa de los desagües y de los vagones subterráneos para ser vida en la pared. Luego tú cumples años. Todos estamos juntos. El perro respira y despierta todavía con el resplandor de los amaneceres. Y alguna vez aunque sea en el jodido cielo de los perros se acordará de quienes le hicieron flamenco. De lo absurdo de vivir con la mirada nublada.

07 marzo, 2011

El cielo abierto

Amanece. A oscuras. Un mapa de objetos desconocidos. Mi bola del mundo deshecha. Maletas abiertas y un laberinto de cartón. Dice Umbral que madrugar es mirarse a sí mismo desde el sueño, algo así como verse levantado desde el sueño. Soy ya un marinero en tierra firme. Más arriba que antes. Más cerca del cielo. Casi lo palpo. El sol llega desde el este para caer sobre la voz y la melena rubia de Christina Rosenvinge. La luz despierta los grises y los blancos de esta casa y Camarón que no se hace a las alturas de este atticus, viene de la terraza con una seda de frio en el lomo, ya no escucha el ruido de los coches , ni domina la hilera de chopos. Preparo café color morado mientras veo un cielo sin fin y las luces trasnochadoras de la ciudad. La cresta de los cerros preparados para el día. Todo es azul. No existe la prisa. Cuántos metros de luz para llegar hasta ti. Cuántos años de luz tardarán sobre este cielo en apagarse el ruido de mis besos.


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