29 marzo, 2006
Ha tirado un colchón azul en mitad del salón y se ha embozado con un edredón grueso, mientras el colchón nuevo se esponja, se despereza del agobio del embalaje. Suelta amarras y echa el ancla en mitad del dormitorio-cerillero, acomodándose al camarote de su nueva embarcación de madera. Regreso dopado. He bregado con un torniquete en cada rodilla: con una cama, una cómoda y sus seis cojones, una mesa, dos mesillas, un colchón y un somier sacado de la madera de la cruz de cristo y más o menos dos millones y medio de tortillería y metralla. Ovación y saludos en el tercio, el resultado del festejo. Cómo está la gente conmigo esta temporada... Hoy casualidad, desperté con perdigones afilados danzando, haciendo carambolas por mis articulaciones. Los perdigones los sentía correr, subir y bajar como las bolas de acero chocaban contra las paredes y obstáculos de aquellas máquinas de los bares en las que se nos acababa el juego con un estruendo de sirenas y luces, cuando la bola se colaba por el desagüe y no teníamos una moneda más que jugarnos. Espero dormir y que mañana las bolas se hayan ido por el jodido desagüe, una vez un ejército rojo de corticoides haya preparado su emboscada. Claro que peor anda Valdano. Es curiosa la fotografía del genio herido. La elegancia llevada hasta el límite de la muerte misma. El tipo herido, inconsciente, con las costillas hechas añicos y un pulmón corneado, pero impoluto: ni un rizo se le mueve en la camilla, rasurado perfecto, la camisa desabrochada por las asistencias, la americana ni rozada y la corbata, a pelo desciende desnuda por el pecho perfectamente anudada, el pantalón de pinzas recién planchado, el cinturón a juego. Claro que quién era el guache que se hubiese atrevido a desanudar el nudo de la corbata del rapsoda Valdano.
27 marzo, 2006
Tren a Austerlich
París espera como una bocanada de aire fresco. En un lugar intemporal del calendario espera una estación abierta al día, un andén donde despedirse como antes, con el sonido de los bronquios bravos de un tren que cruzará Francia. El tren viajará como una maleta llena de sueños haciendo equilibrio entre las vías, de noche y sin el sonido que gracias al cine tenemos tatuado en nuestro infinito Itunes. Recuerdo un tren abriéndose paso entre una sábana infinita verde manzana, respirando y escupiendo un humo blanco; recuerdo a una mujer: Karen Blixen, preocupada por su porcelana de Limoges y a Finch Hatton, Denis, con marfil al hombro, acercarse al tren detenido en mitad de la sabana. El cine como nadie nos ha enseñado y engrandecido el tren, como un símbolo de su tiempo, cruzando África o serpenteando la nieve de Polonia.
21 marzo, 2006
Sinfonía
Tras el ventanal la primavera eructa un conjunto de almendros en flor, encapota cada almendro con una sábana blanca y reluciente. Lo he visto después de leer a Julito romper el paseillo torero y embriagador, de una entrevista que huele a faena de las de no poner el culo en la almohadilla. De las que como decía Cerrillo -crítico por ilusiones del Norte-: “… dos naturales y el de pecho y las palmas echan humo”. Como en El Fulgor, Julio te atrapa, te dispara escenas y adjetivos que hablan, que te llaman a zambullirte en la historia y a gozar. En fin me detengo, del elogio al mamazo hay quizá una frontera invisible y resbaladiza. Así que, los almendros están nevados hasta las cachas, nevados de flores blancas, que hacen que el paseo por este Klimanjaro mesetario sepa a gloria. Aquí no llegan ruidos de motores, claxóns, ni neumáticos histriónicos; por eso descubro la sinfonía de tintineos que nace de no se que Mozart, nada más comenzar a llover, justo en ese momento anterior, imperceptible al hombre urbano: cuando rompen las gotas contra el camino o contra la brea o la piedra; un sonido rítmico, relajado, desembozado por la ausencia del tráfico y las prisas. El cielo está encapotado, gris plomo, los cerros del este aparecen con una montera negra en sus crestas. Me detengo debajo de uno de los toldos en flor, el ritmo de la lluvia crece, aumenta, provoca un sonido envolvente. Desde aquí, el tronco del árbol, negro y erecto, parece un gigante frente a los edificios ahogados en el valle. Y el desempleo un sarampión traicionero y fébril.
20 marzo, 2006
Cumpleaños
20 de Marzo
Llegaste.
Te enredaste.
En el sótano sin nubes de la universidad.
Bajo la luz brumosa de un guiño,
bajo el sol tibio que acariciaba los sueños de café y hielo,
tendidos en las aceras de la calle librería.
Te enredaste,
entre procedimientos abreviados,
entre barajas de folios con ventanas fluorescentes,
donde asomábamos el cándido sudor de los veintitantos.
Viniste,
-como el frío y la noche conquistan un atardecer de diciembre-.
Llegaste
al galope entregado,
hasta el asiento crema de un coche,
empañando de vaho la memoria de otros besos ya muertos.
Amapola y espada,
el sendero que condujo hasta tus labios,
piel de limón.
Llegaste y acompañas mi paseo,
dejando juntos cuatro huellas en esta playa;
remendando cicatrices
con lágrimas de hilo salado.
Te enredaste y acompañas mi paseo,
sin oro blanco entre los dedos, ni papeles que son estoque,
solo tu nombre:
estela blanca,
en el cielo limpio de mi memoria de espuma.
Acompañas mi paseo,
para encontrar las huellas que pierdo en mil senderos,
apartándome las hojas que crujen en mi ánimo,
que limpian el horizonte,
hasta la línea azul cobalto del mar:
balcón, donde sentiremos a manos trenzadas,
la brisa húmeda de la vida.
18 marzo, 2006
El Cielo Gira
En mitad del Pasaje Gutiérrez hay un garito/galería de arte, cuadros, espejos, marcos y demás marquetería. El Pasaje es como un cagajón de distinción en una ciudad acuchillada mortal de necesidad por la estética del urbanismo canalla. Al abrir, la puerta suena un dindon agradable y empiezas a pisar una moqueta espumosa y gastada. El chico que lo atiende me identifica como el de las fotos con su padre. Antes de prepararme el Puente de Brooklyn, comete la ingenuidad de preguntar porqué acude siempre la misma parte de la fotografía a recoger la obra acristalada. A mi el Pasaje me pilla un poco más cerca que a él –respondo en modo House-. El chico se queda más tranquilo y yo me doy el piro con el puente debajo del brazo, porque fbarri me espera con la melena al viento y el coche en doble fila. Acabo el día resistiendo al sueño viendo El Cielo Gira, un documental lento, de luz primorosa, de atardeceres que se acuestan en la memoria para no despertar. El cielo gira, muestra la vida vista para sentencia de Aldeaseñor -un pueblo de la Soria numantina-, el trabajo del pintor Pedro Azqueta. La sensación de que todo desaparece con el tiempo; el tiempo justo antes de la ruina y el contrasentido que vomita ese trance hacia la ruina numantina o romana, donde las cosas toman un brillo especial, de evocación, de olor a decadencia de culturas y vidas, de paso de estaciones y de fríos, de nieblas, de nieve: vigías del último capítulo de la aldea y del primer capítulo del hotel y los nuevos y gigantes molinos de viento.
16 marzo, 2006
Cano y Honoris Causa
El día que Serrat es nombrado Doctor por la Complutense, Francisco Ayala cumple cien años alargando una biografía apabullante. Dice Marsé que las canciones de Serrat son una forma de felicidad. Este mismo día comienza en serio la temporada con la Feria de Fallas, en la que no falta la gorrilla del mítico fotógrafo Cano. Cano nonagenario, guarda en su retina las claves de la historia del toreo moderno. Todo el toreo moderno ha sido detenido por el disparo certero de sus máquinas. Amigo del torero, certificó la muerte hecha mito de Manolete en Linares y es uno de los únicos testigos de lo sucedió ese día, del deambular de Manolete por una vida cansada. Hoy certifica su celuloide la franca decadencia del escalafón; toreros a los que apenas se les distingue de espaldas.
13 marzo, 2006
Todavía
En el Ipod me anima un bolero titulado Todavía, al que la Niña Pastori le da una dulzura flamenca de buten.
Todavía: Adv. De Toda y vía: Hasta un momento determinado desde tiempo anterior.
Y es que en el adverbio todavía está la clave de algunas cosas.
Es posible que en mitad de una tormenta podamos aún cambiar el rumbo con un beso, con una decisión, con un silencio, con un portazo en las narices del mal camino o con un adjetivo que lustre un párrafo o una tarde y de así sentido a la jornada. Es posible que habiendo todavía, haya mañana y estemos a tiempo de casi todo, de descolgar un teléfono, de cambiar de acera. Es posible a lo mejor, que si estamos a tiempo todavía, una luz entre por alguna de las rendijas de la persiana que creíamos entornada.
07 marzo, 2006
Fogonazos
Me estrello contra una fotografía.
Hubo un verano en que de noche veía brillar los alamares colgados del capó de una furgoneta. Hubo un verano en que de madrugada desvirgamos las carreteras vacías de media España, abriendo las costuras del mapa al paso de un 505, sonando en el cassete el canto de un ejército de grillos, entrando por las ventanillas el aire caliente de agosto, la luz de luna; el sueño vigilado por las nanas de un motor. En los atardeceres de un verano, veía segar la sangre que se pegaba al rosa chicle de los capotes, aprendí a doblar muletas, a distinguir la palidez del miedo en un patio de cuadrillas; a doblar estoques, hasta dibujar la forma del último cuarto menguante de la luna de estaño y acero, que atraviesa el costado negro de la piel de toro.
Hubo un verano en que de noche veía brillar los alamares colgados del capó de una furgoneta. Hubo un verano en que de madrugada desvirgamos las carreteras vacías de media España, abriendo las costuras del mapa al paso de un 505, sonando en el cassete el canto de un ejército de grillos, entrando por las ventanillas el aire caliente de agosto, la luz de luna; el sueño vigilado por las nanas de un motor. En los atardeceres de un verano, veía segar la sangre que se pegaba al rosa chicle de los capotes, aprendí a doblar muletas, a distinguir la palidez del miedo en un patio de cuadrillas; a doblar estoques, hasta dibujar la forma del último cuarto menguante de la luna de estaño y acero, que atraviesa el costado negro de la piel de toro.
06 marzo, 2006
Cine Americano
El sábado de madrugada Christopher Moltisanti flirteaba con el cine y se tiraba en el mismo capítulo, a una pelirroja con la piel hecha en el cielo. El episodio número veinte: D-Girl, acabó con Pussy Bonpensiero llorando solo en un baño y con el propio Christopher volviendo a la realidad del regazo de Tony Soprano. El telón de este episodio nos sobrevino en pijama, con el cierzo que sopla en casa y con un aria vibrante que engrandece el cine de cante grande.
El domingo seguimos las migas que suelta Carlos Boyero. Crash, punto y aparte infinito, entre el cine que hacemos y el que hacen cruzando el Atlántico. Crash, es la sensación de contacto con américa. En cualquier ciudad por donde camines, pasas muy cerca de la gente y esta tropieza contigo. Cuando te mueves a la velocidad de la vida, acabas por chocar con los demás. En la zona gris entre el blanco y el negro, donde todo el mundo es víctima y agresor.
El domingo seguimos las migas que suelta Carlos Boyero. Crash, punto y aparte infinito, entre el cine que hacemos y el que hacen cruzando el Atlántico. Crash, es la sensación de contacto con américa. En cualquier ciudad por donde camines, pasas muy cerca de la gente y esta tropieza contigo. Cuando te mueves a la velocidad de la vida, acabas por chocar con los demás. En la zona gris entre el blanco y el negro, donde todo el mundo es víctima y agresor.
04 marzo, 2006
El Burladero de Viridiana
Mientras recibo un soplo las nubes y los claros hacen un puzle incompleto. Una cortina de lluvia ondulada y luminosa corre a toda prisa de un lado a otro del ventanal. El soplo: José Tomás se deja seducir y acude a una tertulia que será mensual, organizada por el restaurante Viridiana y la Plataforma para la Defensa de la Fiesta en Polonia. Menudo Burladero, Viridiana.