Bienvenida

Lo que hubiera pagado yo por ver a Antonio Bienvenida. Dicen que el video escupe el duende y la magia del toreo. Puede. Pero a veces los grandes resisten los arañazos. Antonio en los videos transmite gracia al andar, al irse de la cara del toro. Te levanta del sofá. Pinturería. Era anchote y bajito, pero daba igual, olía a torero. Que manera de irse al toro en los pares de banderillas, con el saltito de la casa. Que modo de hacer fundamental el toreo más accesorio, de hacer del detalle, teoría. Nada que ver con los extremos derecha que hoy corren la raya del tercio como la banda del Bernabéu: Fandis. Toreaba con dulzura suma y tenía siempre una media sonrisa calada en la boca. Antonio murió en la cama de un hospital de Madrid, a causa del volteretón de una becerra. Un accidente. Cuando ya estaba rico y cosido a cornadas, unos meses después de que un toro le arrancara el cuello en Madrid. Su plaza. Justo dos días después hubiera dado la alternativa a Pascual Mezquita.
Conocí a Angel Luis Bienvenida, vivo en su abono del nueve. “El inglés”, le llamaban, por su porte elegante. Dandi rubio. Cuando yo no tendría ni diez años, en un bar frente a Las Ventas -Doña Francisquita-, me contaron que “El Inglés” fardaba orgulloso con unos amigos, diciendo, “…como se va acabar la fiesta con aficionados tan jóvenes…”. Pues nos la acabamos maestro, como esto no cambie.